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A veces, la vida te cambia los planes de la manera más inesperada. Si alguien me hubiera dicho que un día cambiaría los ordenadores por la repostería creativa, no lo habría creído.
Durante años, me dediqué a la Ingeniería de Sistemas, una profesión que me apasionaba en su momento. Me formé, trabajé duro, y construí una carrera sólida en el mundo de la informática.
Pero un día, la vida me obligó a parar. Tras atravesar un periodo complicado de salud, me vi obligada a replantearme todo.
Comprendí que el tiempo es un regalo, y que no podemos posponer la felicidad para “más adelante”. Había llegado el momento de hacer algo que realmente me llenara el alma.
La chispa que encendió este nuevo camino fue el segundo cumpleaños de mi hijo. Quise sorprenderlo con algo especial: una tarta de su personaje favorito. Sin ser una experta, me lancé a la aventura con muchísima ilusión.
Recuerdo las horas de preparación, la emoción y también los nervios. No era perfecta, no era una tarta de una experta en repostería creativa, pero cuando vi la carita de mi hijo al verla, supe que ese momento valía más que cualquier título o reconocimiento profesional.
Lo que no esperaba era que esa tarta abriría una puerta que no volvería a cerrarse.
Después de esa fiesta, comenzaron los encargos de amigos, familiares y conocidos. Cada pedido era una nueva oportunidad para aprender, mejorar y, sobre todo, conectar desde el corazón a través de mis creaciones.
Decidí apostar en serio: estudié técnicas de repostería creativa y tradicional, modelado, decoración, gestión de emprendimientos… y poco a poco, nació mi marca: La Reposteka.
Hoy, mi vida es muy distinta de la que imaginé al terminar la universidad. No trabajo frente a una pantalla; trabajo entre aromas dulces, colores vibrantes y sonrisas emocionadas.
Entendí que a veces las crisis traen consigo nuevas oportunidades. Que el éxito no siempre es el que soñamos de jóvenes, sino el que nos hace sentir vivos.
Estos son algunos aprendizajes que me acompañan cada día y hoy quiero compartirlos contigo:
• Escucha tu corazón: A veces la vida te susurra lo que realmente necesitas. Atrévete a escucharlo.
• Nunca es tarde para empezar de nuevo: No importa tu edad ni tu trayectoria. Cada día es una nueva oportunidad para reinventarte.
• Invierte en ti: Formarte, practicar y aprender constantemente marca la diferencia entre un hobby y un proyecto sólido.
• El miedo es parte del viaje: No esperes sentirte 100% lista para lanzarte. El crecimiento sucede cuando te atreves.
• Celebra cada pequeño logro: Cada pastel, cada sonrisa, cada cliente feliz es una victoria que merece ser celebrada.
Hoy puedo decir que mi vida es más dulce, no solo por el azúcar, sino porque elegí seguir mi pasión. Y tú, ¿qué sueño estás esperando para cumplir?.
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